Poema Quejas
¡Y amarle pude! Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma…
Perdió mi pobre
corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el
tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.
Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho;
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos;
él, mi primero, mi ferviente amor.
Sin él, para mí el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida apasionada;
era el centro de mi alma el amor suyo;
era mi aspiración, era mi orgullo…
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?
No es mío ya su amor, que a otra prefiere.
Sus caricias son frías como el hielo;
es mentira su fe, finge desvelo…
Mas no me engañará con su ficción…
¡Y amarle pude, delirante, loca!
¡No, mi altivez no sufre su maltrato!
Y si a olvidar no alcanzas al ingrato,
¡te arrancaré del pecho, corazón!
Poema Anhelo
¡Oh! ¿Dónde está ese mundo que soñé
allá en los años de mi edad primera?
¿Dónde ese mundo que en mi mente orlé
de blancas flores…? Todo fue quimera!
Hoy de mí misma nada me ha quedado,
pasaron ya mis horas de ventura,
y sólo tengo un
corazón llagado
y un alma ahogada en llanto y amargura.
¿Por qué tan pronto la ilusión pasé?
¿Por qué en quebranto se trocó mi risa
y mi sueño fugaz se
disipó
cual leve nube al soplo de la brisa…?
Vuelve a mis ojos óptica ilusión,
vuelve, esperanza, a amenizar mi vida,
vuelve, amistad,
sublime inspiración…
yo quiero dicha aun cuando sea mentida.
Poema A mis Enemigos
¿Qué os hice yo, mujer desventurada,
que en mi rostro, traidores, escupís
de la infame calumnia la ponzoña
y así matáis a mi alma juvenil?
¿Qué sombra os puede hacer una insensata
que arroja de los vientos al confín
los lamentos de su alma atribulada
y el llanto de sus ojos? ¡ay de mí!
¿Envidiáis, envidiáis que sus aromas
le dé a las brisas mansas el jazmín?
¿Envidiáis que los pájaros entonen
sus himnos cuando el sol viene a lucir?
¡No! ¡no os burláis de mí sino del cielo,
que al hacerme tan triste e infeliz,
me dio para endulzar mi desventura
de ardiente inspiración rayo gentil!
¿Por qué, por qué queréis que yo sofoque
lo que en mi pensamiento osa vivir?
Por qué matáis para la dicha mi alma?
¿Por qué ¡cobardes! a traición me herís?
No dan respeto la mujer, la esposa,
La madre amante a vuestra lengua vil...
Me marcáis con el sello de la impura...
¡Ay! nada! nada! respetáis en mí!
Poema La Noche Y Mi Dolor
El negro manto que la noche umbría
tiende en el mundo, a descansar convida.
Su cuerpo extiende ya en la tierra fría
cansado el pobre y su dolor olvida.
También el rico en su mullida cama
duerme soñando avaro en sus riquezas;
duerme el guerrero y en su ensueño exclama:
-soy invencible y grandes mis proezas.
Duerme el pastor feliz en su cabaña
y el marino tranquilo en su bajel;
a éste no altera la ambición ni saña;
el mar no inquieta el reposar de aquel.
Duerme la fiera en lóbrega espesura,
duerme el ave en las ramas guarecida,
duerme el reptil en su morada impura,
como el insecto en su mansión florida.
Duerme el viento, la brisa silenciosa
gime apenas las flores acariciando;
todo entre sombras a la par reposa,
aquí durmiendo, más allá soñando.
Tú, dulce amiga, que tal vez un día
al contemplar la luna misteriosa,
exaltabas tu ardiente fantasía,
derramando una lágrima amorosa,
duermes también tranquila y descansada
cual marino calmada la tormenta,
así olvidando la inquietud pasada
mientras tu amiga su dolor lamenta.
Déjame que hoy en soledad contemple
de mi vida las flores deshojadas;
hoy no hay mentira que mi dolor temple,
murieron ya mis fábulas soñadas.
Poema Desencanto
¿Por qué mi mente con tenaz porfía mi
voluntad combate, y
obstinada, tristes
recuerdos de la
infancia mía
ofrece a mi memoria
infortunada?
¿Por qué se cambia el
esplendente día
en mustia sombra del
dolor velada,
y a la sonrisa de inocente calma sucede el llanto
y la ansiedad de mi
alma? Las puras flores
que mi sien orlaron de mi frente
fugaz se
desprendieron, y cual sombra levísima
pasaron en pos
llevando el bien que me ofrecieron.
Sólo las horas del dolor quedaron;
las horas del placer nunca volvieron,
y de mi vida en el
perdido encanto sólo me queda por
herencia el llanto. Yo era en mi infancia alegre
y venturosa como la
flor que el céfiro acaricia,
fascinada cual blanda mariposa que incauta goza en férvida
delicia;
pero la humana turba revoltosa mi corazón hirió
con su injusticia y
véame triste, en la mitad del mundo,
víctima infausta de
un dolor profundo.
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